Jornada peligrosa

Día aciago el de hoy, se perfila una sombra amenazadora, un oscuro halo parece envolverme y no consigo desembarazarme de esta ominosa sensación de amenaza.
Salía de compartir comida y conversación con cierto historiador, y en el ínterin desmontar sus descabelladas tesis a golpe de irrefutable dato.
Se empeña en asegurar que los catalanes descienden de los atlantes, o de los últimos supervivientes de esta raza emigrados después del cataclismo que acabó con la Era Hiboria e inició nuestra era.
Yo, sin embargo, sostengo que los catalanes, ya grandes marineros Atlánticos por aquel entonces, conquistaron el archipiélago, y mejoraron exponencialmente la raza que lo habitaba.
Caminaba Paseo de Gracia arriba, perdido en mis elucubraciones, al ritmo de la sonora respiración que emite mi escafandra, cuando de manera inopinada fui interpelado por una pareja de hombres, bajos, mal encarados, amenazadores incluso en la sonrisa.
Al principio no comprendí sus intenciones, cuando me sobrepuse a la sorpresa inicial me di cuenta de que, fingiendo necesitar ayuda, me tendían una celada, mientras para tranquilizarme, sonreían como escualos... me di cuenta también de que se dirigían a mi en ¡oh Dios mío! castellano... Y mi sexto sentido encendió todas las alarmas.
La angustiosa sensación se materializó en una arcada instantánea, dejando la visera de mi escafandra perdida de escalibada y arroz a banda medio digeridos... mi instinto de conservación me obligó a correr, gritando para llamar la atención, agitando los brazos cual náufrago que avista el barco salvador.
Pude a duras penas sortear un banco, con sus tres alemanas en porretas consultando un plano, pero la terraza ni pude, ni hice ademán... después de arrollar las tres primeras mesas aterricé en los brazos de una rolliza camarera filipina, que sin dudarlo me desplomó al suelo con un hábil Ippon-Seonague.
Los parroquianos divididos, unos aplaudían y lanzaban monedas, otros aferrados al móvil me fotografiaban y exhortaban a la camarera a rematarme en el suelo con la botella que había aflorado en su mano. Gracias a mis lágrimas y mis continuas súplicas apelando a su clemencia desistió de ello.
Cuando conseguí recomponerme, después de la preceptiva reverencia a mi oponente, recoger y compartir las monedas fifty-fifty, sobreponiéndome al ridículo de haber sido vencido tan fácilmente por una mujer, saludé airosamente a mi público y de un salto me introduje en un taxi que, parado, esperaba que el semáforo le diese paso.
Una vez en casa, analizando los hechos, tomé tres decisiones de vital importancia, a saber: empezar a poner a buen recaudo mis investigaciones, y asegurar su divulgación en caso de que me ocurra algún contratiempo fatal; añadir un limpiaparabrisas a la escafandra; y emplear media hora diaria a desempolvar mis habilidades judokas para evitar futuras situaciones no por lucrativas menos embarazosas.
Por último después del "cuatro angelitos" me sumí en un sueño intranquilo, plagado de tiburones, luchadoras de sumo y banderas rojigualdas...

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Comentarios: 2
  • #1

    Na Zurraspa da Rua (domingo, 14 junio 2015 18:39)

    El iudo es un sport català? Algú ho ha esbrinat?

  • #2

    inoh responde (lunes, 15 junio 2015 17:55)

    El iudo ho inventà a finàls segle XVIII el Pere Mercadé, apodat el japonés ( habità molts anys al Japó) com defensa als atacs dels espanyols que arribaven per colonitzar Catalunya...